viernes, 29 de junio de 2012

Una mañana de Reyes...

6 de abril 2012
Navalespino- La Lastra










Una nevada tardía para un naturalista en ciernes, es como una mañana de Reyes para un niño, una locura.

El aire se ha echado y ha estado nevando toda la noche dejando una capa de nieve esponjosa y suave de 8 cm. Los árboles mantienen el blanco elemento pegado entre sus ramas a modo de espectaculares estatuas. El cielo plomizo desciende con frecuencia hasta convertirse en niebla. El manto blanco se descubre como un mapa tapizado de senderos, de conductas, de itinerarios…expuestos para ser leídos.

En los prados de robles melojos, encontramos las correrías de un noctámbulo erizo, las diminutas huellecillas de un ratón de campo, o las pisadas de la urraca. El zorro ha dejado sus lineales pisadas y nos descubres fascinados su táctica, astuto como siempre, la nieve le delata, no cruza como cabría esperar por debajo de la cancela que tiene espacio suficiente, prefiere, metros antes, saltar por la tapia, para bordear hasta salir por el mismo sitio.

Mientras ascendemos al piornal, pronto se descubren las huellas del conejo y poco más allá tras una liebre sus huellas. Unos pasos y otros nos hacen acercarnos a un pinarete de pinos negrales donde la nieve dibuja curiosas formas con las acículas caídas. Desde aquí resuena la llamada nupcial de una perdiz.

El aire comienza a levantarse y arranca de las ramas altas unos copos, poco después comienza a nevar de nuevo.

La tarde se ha sucedido más fría que la mañana, alternándose nubes que descargan con violencia un granizo menudo, o copos helados que rápidamente blanquean la carretera. La acción continuada de las quitanieves y la sal, evitan que las carretas colapsen. Nos adentramos por el camino del Navazo, hasta el despoblado de La Lastra, caserío arrumbado durante la contienda civil, que no volvió a levantarse. Apenas si quedan algunos paredones y la portada de la iglesia, como un símbolo que lo identifica como pueblo y no como algunos casillos desperdigados, sucumbidos al abrazo de la maleza.

Tomamos la calleja hasta el prado, donde antaño se sembraron unos fresnos en la cabecera de la fuente para dar sombra y barda al ganado durante el verano. Se recogieron los cascajos en majanos y un curioso chozo abovedado para el cobijo del pastor en las tormentas. De entre unas carrascas menudas, saltó una liebre, que en apenas unos brincos volvimos a perder de vista.

Apenas si asomaba el sol, corrían resueltos los regajos por el camino, o se tornaba una ventisquilla de granizo menudo.

Cruzamos por los prados de Navalsantero, donde encontramos la carroña de un zorro, quizás, lo más probable abatido de un tiro.

Entre los piornos e hiniestas nevados, si se observan el caminar lineal de un zorro, que ha corrido mejor suerte. De frente en los altos de las Navas, la tormenta sacude con fuerza y violencia un buen nevazo, apretamos el paso, que tenemos cerca el pueblo.

 Solo en las cotas altas la nieve cuajó
 Ganado híbrido de origen limusín
Chozo de piedra
Piornal nevado
 Pinar de pino negral ó resinero
 Interior el pinar con enebro común
Piña y acículas de pino negral (Pinus pinaster)
 Robledal de melojo adehesado
Orla arbustiba del melojar



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