viernes, 5 de octubre de 2012

Después del fuego

Una vez comprobado que el terreno esta totalmente extinto, pues el fuego puede permanecer latente en el interior de tocones y ante una corriente de aire comienzar de nuevo arder, podemos ponernos manos a la obra.

Arriba el antes imagen tomada en el mes de Mayo y aqui el después.
Debemos efectuar una primera evaluación y retirar aquellos ejemplares totalmente calcinados, no más. Actuar sobre las superficies con pendientes más pronunciadas, con la elaboración de pequeñas empalizadas que retrasen la escorrentía y esparcir capas de paja, para evitar la erosión más intensa del agua en las pendientes más expuestas.

Lo siguiente e inmediato, sería inspeccionar las cuencas hidrográficas y conos de deyección, para limpiarlos, ante la posibilidad que fuertes precipitaciones arrastren lodos, protegiendo la zona de otro tipo de desastres.

Recolectar en el otoño, semilla de los árboles de la zona y comenzar su plantación en semilleros, principalmente de encinas, enebros, fresnos y melojos, así como un sustrato de arbustos como retama, torvisco, majuelo,…

Tras el paso de la primavera, establecer nuevos turnos de corta, para asegurarnos que ejemplares han sobrevivido, efectuar aclareos entorno a los pies progenitores y podar las partes afectadas.

Para evitar la especulación con esta madera, se debería a proceder a su saca con medios manuales, como caballerías, para evitar dañar el suelo en este estadio tan delicado y no bajar en más de un diez por ciento el precio de mercado, pues la calidad de la madera no esta en nada afectada.

Será seguramente necesario la colocación de trampas de feromona, para controlar la población de escarabajos de la madera, sobretodo los especializados en madera quemada, que si bien nos ayudaran a crear suelo, no debemos de dejar descontrolados, para que terminen convirtiendo en un problema añadido.

Posteriormente se debería comenzar a la replantación allí donde las características del terreno lo recomienden, buscando con ello la integración de una variedad de especies y un mosaico intercalado de ellas. Es decir, evitar el monocultivo de pino y su degradación de jaral, procurando un mosaico de bosquetes intercalados con claros de pastizal de diversas especies como encinas o melojos en las umbrías más frescas y fresnedas en las vegas, haciendo especial interés en un estrato arbustivo que sombree y proteja el suelo de la insolación y se regenere en plazos más breves.

La limitación del pastoreo ha plazos superiores a los diez años, o la división de cuartes donde poder ejercer dicha actividad sin detrimento de la regeneración de las áreas forestales.
Y después del fuego, cuando vemos que nuestros políticos, se afanan en prenderlo de nuevo, reforestando rápidamente con especies de crecimiento rápido sin atender a mayores criterios que el meramente electoral y económico, para ciertos intereses especulativos, los llamados falsamente “ecológicos”, echamos de menos que no solo desde los movimientos ecologistas se abogue por otras formas de repoblación, sino que sea la universidad la que se implique y pase del mundo de la teoría a convertirse en una referencia a nivel practico.
La sangre del pino, la temperatura hace que la resina varie la tonalidad, lo que no deja de quitar dramatismo a la imagen.

La vegetación autóctona, resiste mejor el embate del fuego.

La rapidez de crecimiento de los pinos, ha sido desde antiguo la especie emblemática de las repoblaciones, pese a que ante un incendio se conviertan en una tea difícil de controlar.

El bosque autóctono, el encinar en estas latitudes, esta aclimatado a los frecuentes incendios del bosque mediterráneo, y los fuegos esporádicos los solventa con habilidad si el terreno no ha sido muy degradado.


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