sábado, 16 de febrero de 2013

Un carambola cósmica


Estela luminosa del fragmento Fuente: Internet
Desde la perspectiva de un mundo creado a imagen y semejanza nuestra, la mayoría de las veces nos queremos creer los amos del mundo, capaces de medir, cuantificar y calibrar, todas y cada una de las cosas que nos rodean. Muy frecuentemente, nos embriagamos con nuestros delirios de grandeza y jugamos a ser dios. Pero un minúsculo pedrusco que orbita en el espacio, rompe nuestro sueño una mañana, y nos agarra con fuerza las solapas y nos demuestra, nuestro verdadero tamaño, en el universo.

Y eso pasó la mañana del 15 de febrero de 2013 en Cheliábinsk, Rusia. Una piedra o trozo de hielo grande, procedente seguramente del cinturón de asteroides, situado entre las orbitas de Marte y Júpiter, que como un cementerio de elefantes, acumula la materia residual de la formación de planetas y cometas. Un buen día una colisiona con los escombros espaciales, y provoca que un fragmento de 17 metros y 10.000 toneladas, tome otra orbita y se aproxime peligrosamente a un pequeño planeta azul de su sistema, a la velocidad de 18km/sg. Un ruido atronador parece rasgar el aire, durante 32 segundos una bella estela dorada, eclipsa con su luz por un momento el amanecer, dura treinta y dos segundos y después una explosión. La onda expansiva tira muros y rompe ventanas. El meteoro se fragmenta al entrar en la atmosfera, un fragmento del meteoro cae en lago Cherbarkul, que estaba helado, dejando un gran agujero. Cientos de personas han resultado heridas y la piedrecita ha desatado una energía de 500kilotones, veinte veces la bomba atómica de Nagasaki.

Cráter de uno de los fragmentos Fuente: Internet
Ese mismo día esperamos otro gran visitante, este si lo teníamos medido, catalogado y hasta bautizado el Asteroide 2012DA14. Un pedrusco espacial de casi 45 metros y 130.000 toneladas que pasó rozándonos a 27.869 kilómetros de las costas de Tailandia, si tenemos en cuenta que el diámetro de la Tierra es de 12.756 kilómetros, descubierto hace un año por el observatorio mallorquín de La Sagra.

Un pedrusco similar, de 75 metros de diámetro, cayó en Arizona hace 50.000años y dejó un cráter de 1.500 metros. Otro hace 65.000 años de 10.000 metros acabo con toda la vida en la Tierra que tuviese más de treinta centímetros, incluidos los dinosaurios.

El antecedente más cercano, sucedió también en Rusia. En 1908 en Tunquska, Siberia, se produjo el llamado “Evento Tunquska”. Un meteoro se desintegro antes de tocar tierra, nunca se encontró cráter, pero tumbo todos los árboles en una superficie de 2.200 kilómetros cuadrados en las proximidades del río Podkamennaya Tunguska. Se piensa que este bólido tenía tan sólo de 30 a 40 metros.

Ambos sucesos no tienen nada en común, pues ambos llevaban trayectorias casi opuestas. Diariamente caen sobre nuestras cabezas más de cien toneladas de material cósmico, lo que nos hace pensar que en el cosmos, somos tan importantes como la hormiga que pasa por nuestro jardín, y tiene la suerte de no cruzarse con nuestra bota. A veces necesitamos un chinarro cósmico, para poner en perspectiva de nuestro verdadero tamaño.

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