jueves, 9 de mayo de 2013

Fresnedillas



Con el campo rezumante de humedad, la primavera parece haberse adelantado a su fecha en el calendario. Miles de regajos devuelven poco a poco a la vida a muertos secarrales de carrascas y cantuesos, frente al que será el Centro de interpretación de aves, Paraje del puente, en Fresnedillas de la Oliva. Nos acercamos con nuestros amigos de AFANIAS para descubrir el despertar del paisaje, en las tierras de la rampa serrana madrileña. En estos parajes, de suelos poco profundos con afloramientos graníticos, son muy
 frecuentes las navas, donde se acumula el agua dando lugar a pequeñas y grandes lagunas temporales, que atraen a numerosa fauna. Aquí, además de las ahora florecidas hierbas laguneras (Ranunculus peltatus), encuentran refugio anfibios como ranas y tritones o los escasos galápagos europeos. En los ribazos del camino y en las cercanías del arroyo Morales, encontramos numerosos fresnos, ahora florecidos así como los sauces, que aparecen con sus plumosos amentos abiertos. En la pradera florecen Romuelas (Romuela bulbocodium), los lamios (Lamium amplexicaule) y los picos de cigüeña (Erodium ciconium), mientras a pocos metros pacen un numeroso grupo de vacas limosinas. A medida que nos separamos del arroyo y el terreno gana en profundidad, la humedad es más escasa y el encinar mediterráneo extiende su manto por las onduladas colinas. Encinas, enebros de la miera, retama de bolas, torviscos y cantuesos, parecen abrazarlo todo, incluso sepultar bajo su verde ceniciento, los abundantes restos de fortificaciones militares de la Guerra Civil del 36. No son pocas las
edificaciones y su estado de conservación hace más que recomendable una visita.

Siempre el almuerzo, en medio del campo, casi justifica por sí sólo la salida, y si es en compañía de buenos amigos, lo hace imprescindible.

Lo que parecía una mañana resplandeciente, pronto se torno en un abundante chaparrón primaveral, que salpicó de acuáticas perlas el paisaje. Bajo las encinas florecen los narcisos (Narcissus cantabricus).

Proseguimos por el cordel de San Juan, entre prados ganaderos y dehesas cinegéticas en las que campan los jabalíes y los buitres leonados extienden sus alas, secándose todavía el chaparrón.

En un charco, junto al camino, descubrimos las puesta de un
sapo corredor (Epidalea calamita), que aprovecha estos humedales temporales, para sacar a su prole adelante.

Nuestros pasos nos encaminan hasta la antigua estación de seguimiento espacial de Fresnedillas de la oliva, cuyas antenas captaron aquel mítico “un pequeño paso para un hombre pero un gran paso para la humanidad”.

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