viernes, 9 de mayo de 2008

Mayo


2 de Mayo de 2008
LAS HERRERAS
Peña del Trueno- La Casa- Saluda
Piornal y bosque de ribera sobre granitos.
18ºC 11:00h

Poco a poco vamos ascendiendo la loma del cerro que se coloca como peineta en el pequeño núcleo de las Herreras, evocador nombre que hace referencia a una o varias herrerías de bestias o a los arrenes, terrenos de cultivo sin vallar.
Pronto sobre el cielo azul de primavera, las amplias alas de águila real (Aquila chrysaetos) , se entre cruzan un pequeño milano (Milvus migrans), que merodea por los baldíos del pueblo.
Aunque algunos pasán el invierno con nosotros muchos ellos regresadan de Africa y se agolpan por unos días en sus lugares habituales en prados o grandes árboles aislados que les sirven de posadero.
Aquellos terrenos de labranza, arrancados entre los riscos hoy se cumbre de piornos y escobas que comienzan a florecer con sus bellas y olorosas flores amarillas. Son numerosos los rastros de topillos y ratones, fundamentales en la cría de los primeros pollos del milano.
Salpicadas aparecen las primeras flores, diente de león, margaritas, botones de oro (Ranunculus bulbosus), entre las que triscan majadas de vacas y yeguas. Son frecuentes los grandes socavones, testigo de los enfrentamientos bélicos de la guerra civil que asolaron esta parte de la sierra, frente y barrera. Corretean entre los peñatos las lagartijas. Ahora son tres, las figuras enormes que remontan el vuelo, aprovechando la térmica que proporciona la elevación del cerro, tres buitres leonados (Gyps fulvus), de los cada vez más frecuentes en la sierra, quizás una patrulla de exploradores, en busca de alimento.
Retomando el camino que desciende de nuevo hacia el pueblo, junto al seto que se forma entre los cerrados y el agua fresca del regato, se agolpan numerosas aves al refugio de olmos, majuelos, endrinos que florecen y algún melojo, que comienza a brotar sus afelpadas hojas rosadas, luciendo junto con pegajosas agallas, sus primeras flores.
Estos setos bordean las antiguas eras hoy en desuso, dos amplios enlosados de granito en forma circular, donde se trillaba el cereal y se aventaba, separando el grano de la paja.
Cruzamos el caserío de Las Herreras, pasando junto a su pilón y su potro de herrar, donde los estorninos corretean por los tejados sacando sus primeras polladas y tomamos el camino que a las afueras del pueblo, se encarama suavemente a la ladera, a la altura de la señal, de fin del término.
El camino discurre por los baldíos antaño campos cerealistas que nutrían a las familias hoy abandonados al triscar apacible de las vacas. Bandos de escribanos montesinos, estorninos, tarabillas comunes o las collalbas grises, recorren las laderas en busca de orugas y mariposas que abundan con el buen tiempo. Entre mojariegas y santoninas, florecen tímidamente los cantuesos y las jarillas así como pequeños rodales aislados de setas, que desperezaron con esta primavera tardía.
En lo hongo del valle las bardagueras lucen sus hojas nuevas y algunas lucen esplendorosas todavía sus flores, al igual que los fresnos, que vistosos exhiben sus hojas nuevas.
Las lluvias pasadas han revitalizado el curso, que poco a poco se va desperezando con la aparición de las ranas (Rana perezi) y los sapos (Bufo bufo), que permanecen escondidos durante el día, mimetizados con su entorno. Entre la multitud de florecillas silvestres que se desparraman en los sotos donde el ganado pace tranquilo, corretean mariposas como las Anthocharis cardamines, Pyronia tithonus, Inachis io o una cigüeña blanca, husmeando en los terrenos encharcados de la regadera.
Poco a poco descendemos corriente a bajo, por los prados de siega, cerrados, irrigados durante la primavera que sirven para alimentar el ganado a primeros de primavera y después reservar la hierba, que segada y seca, servirá como heno, cuando el ganado este estabulado en el invierno.
La vegetación, enmarañada, a menudo parece engullir el cauce, formando el llamado bosque de galería, bardagueras, fresnos, zarzas, rosales silvestres, enredaderas, majuelos,… se aprietan allá donde el suelo es profundo y rico en un abigarrado muro vegetal, difícilmente penetrable, refugio exclusivo de muchos pequeños mamíferos, reptiles o aves.
Las mentastras se agolpan en los ribazos junto con las ortigas y en los tapiales derruidos donde sestea el lagarto ocelado, comienzan a florecer los ombligos de Venus.
Pronto nos topamos con los restos semiderruidos de un antiguo molino harinero, el Molino de Saluda, el único de los ocho molinos harineros que cubrían este tramo del Cofio, perteneciente a Santa María de la Alameda y también el único cuyo cubo es de sección circular.
De entre sus piedras alza el vuelo la abubilla, que hace rato escuchábamos, repitiendo en él su nombre.